miércoles, 20 de enero de 2010

Los ochenta serán nuestros




Ahora que asistimos al debatido cambio generacional en la sucesión del Presidente, y a las discusiones sobre si ZP se cargó desde su llegada a todos los que iban superando la barrera de los sesenta, leo cosas que me asombran.

Mi compañero de El Mundo, el Teletridente, escribe un artítulo sobre Carmen Sevilla e Inés Ballester con alusiones al geriátrico, la memoria y la vejez (chochería). Desconozco los motivos que le llevan a alguien a sentir aberración por Carmen ("rematadamente gagá", "Sancho Panza de 'la' Sevilla", "de geriátrico"...), pero no tolero que se escriba con tan poco gusto sobre esa edad a la que llegaremos todos.

Recuerdo que en el Festival de Vitoria de este año, otros compañeros críticos comenzaron a sacarle defectos a Sevilla tras intervenir ésta en la gala. Entre sus perlas para meterse con antaña estrella: "está mayor, mayor", "no sabe ni hablar la vieja", "pero mira que chochea y lo anciana que está y ¡sigue teniendo un programa!"...

La cosa del mínimo respeto hacia los mayores (sea Sevilla o no la carne de cañón) viene llamada por ese desprecio civil hacia la experiencia y ese gusto fanático por lo joven e inexperto. Pero, amen de esa tendencia social de la búsqueda de lo eternamente joven, este tipo de faltas de respeto a los mayores me recuerda a aquellos chistes crueles que cuando eramos niños hacíamos con los gordos y con las gordas del colegio.

Ya en la edad adulta, pocos son los que se ríen de un gordo por sólo estarlo, pero cada vez son más los que se regodean con los ancianos, el olvido y la vejez. Cruel y estúpido. Porque de esa edad no te salvan ni los gimnasios del gordo, ni la lectura del tonto.

La señora Sevilla ha pasado los ochenta años y, a esa edad, el querer seguir haciendo cosas no es ningún pecado. Hay que tener poco cerebro y mucha mierda en la cabeza para condenar a alguien por ello.

Aunque no sé de que me sorprendo si, según releeo al TruñoTridente, también hay alusiones Celuliticas para María Teresa Campos... Ay, amigo de ElMundo Memondo, habría que verte ahora el tipín y ver también la vitalidad y la memoria que te quedan a tus ochenta años.

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